Eurodesencanto

miércoles, 18 de diciembre de 2013

En lugar de acelerar las reformas -empezando por las normas para la elección de eurodiputados- el "eurodesencanto" lleva a Bruselas a frenarlas y suavizarlas! Al revés te lo digo... una vez más...

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Absolutamente de acuerdo, es paradójico. Está emergiendo un verdadero "altereuropeismo", pero esa necesidad de reformas vivamente sentida por los ciudadanos no encuentra respuesta en las clases dirigentes. Se limitan a hablar desdeñosamente de "euroescépticos", cuando en realidad bajo ese término hay un espectro muy variado de posiciones, desde la eurofobia irresponsable y autodestructiva, hasta la convicción de que precisamente para hacer Europa hay que moverse de otra manera.

Se obvia una y otra vez que los "euroescépticos", unos y otros, están planteando preguntas muy buenas, preguntas de gran calado, preguntas que corresponden al sentir de la gente sencilla... aunque por ahora no hayan logrado generar respuestas igualmente buenas.

Tenemos que volver a lo esencial. Permítame un ejemplo sencillo: a la mesa común se sienta uno por tres razones, para nutrirse, para disfrutar de sabores, para estar en compañía. Si uno ni se nutre, ni goza de los sabores, ni disfruta de la compañía, lo más probable es que se levante y se vaya.

Más allá de las complejidades que a veces no nos dejan ver el bosque, "a la mesa" legal común del proyecto europeo nos hemos sentado por dos razones muy sencillas y muy directas: para vivir en paz, para reforzar nuestras democracias nacionales, y para tener prosperidad. Tan sencillo como eso.

Pues el balance de los últimos años no es halagüeño.

La paz está maltrecha, pobrecilla, como lleva Vd. años analizando en estas páginas. De guerras de cañones y de bombas en nuestra casa nos hemos librado (con la dolorosa, inanalizada excepción de los Balcanes), pero a cambio de exportarlas. Y no era eso el proyecto de paz: pedía en cambio evitarlas en casa y evitarlas también fuera.
Pero otro par de guerras devastan lo ancho y largo de nuestra geografía. La guerra de los que tienen cada vez más contra los que tienen cada vez menos, inmigrantes, desocupados o infraocupados, desahuciados, desasistidos por los tambaleantes sistemas sociales. Y la guerra aún más feroz de todos contra la Tierra que nos sustenta.

Las democracias no se puede decir que vayan de rositas, tampoco. La gente está muy preocupada por la pérdida de control decisional sobre muchos aspectos esenciales de nuestra vida, "Bruselas exige...", "los mercados exigen...". Las grandes multinacionales siempre tienen más poder, y el ciudadano menos. La malhadada política de austeridad está alimentando la reacción, y surgen las Albas Doradas en Grecia, y no sólo en Grecia. Las corrupciones nacionales y locales galopan.

Y de la prosperidad mejor no hablemos. O sí, digamos en dos palabras lo evidente: en los últimos veinte años las rentas del capital han crecido desmesuradamente, disminuyendo al mismo ritmo las rentas del trabajo asalariado; nuestras sociedades están desgarradas por una dualización creciente (el 1% contra el 99%), y las esperanzas de movilidad social, para aquellos que les toca estar abajo, son prácticamente nulas; el empleo no solo escasea sino que ha bajado mucho de calidad, estamos perdiendo la industria a causa de flujos comerciales mal diseñados (¿pero saben Vds. que Adam Smith teorizó el libre comercio como modo eficaz de crear "prosperidad y PLENO EMPLEO"?)...

No sigo. Pero si se sigue así, sin reformas profundas e inmediatas, ¿quién en su sano juicio va a querer seguir sentado a la mesa donde se sirven tan discutibles platos?

Un abrazo y los mejores deseos para las fiestas,

23 de diciembre de 2013, 9:38