Respeto a la propiedad intelectual, con las facilidades debidas a los usuarios

lunes, 3 de enero de 2011

Sin creadores no habría usuarios. Debe quedar muy claro que es un tema en el que el respeto mutuo es imprescindible. Es preciso abordar estas cuestiones esenciales serenamente, expresando libremente cada uno sus puntos de vista, de tal modo que puedan llevar a un acuerdo, con la adopción de unas pautas que permitan el fomento de la creatividad, para deleite de los que escuchan, leen o ven el resultado de esta facultad distintiva de la especie humana, pilar y asidero espiritual que ahuyenta cualquier fatalismo, cualquier sentimiento de lo inexorable. En la “interacción eficiente” radica, precisamente, el fomento de la desmesura creadora de todo ser humano único. Nunca son todos espectadores o creadores. Todos somos creadores y espectadores a la vez. Todos debemos ser capaces de inventar nuestro propio rumbo, nuestra vida cotidiana, sin aceptar jamás que los sucesos sean ineluctables.

La propia Constitución de la UNESCO, organización intelectual del Sistema de las Naciones Unidas que he tenido el honor de dirigir durante varios años, menciona la propiedad intelectual como un bien común que debe protegerse para poder así, a través de una educación que libera y no somete, “elevar los baluartes de la paz en la mente de los hombres”. Y la Declaración Universal de los Derechos Humanos insiste en garantizar el cuidado extremo que todos debemos prestar a esta facultad exclusiva de la condición humana: pensar, imaginar, innovar, crear!

Es incoherente pagar por tantas cosas -tecnología incluida, en primer lugar- y luego rehusar contribuir, con cantidades relativamente módicas, a la actividad creadora (literaria, poética, musical, pictórica, discográfico, cinematográfico, fotográfico, artística en suma).

Los “derechos de reproducción” o copyright abonan las cantidades estipuladas, que deben ser razonables, a los creadores mientras viven y después, durante tiempos que dependen de la legislación de cada país, a los familiares y allegados, según las disposiciones adoptadas por el creador. A este respecto, propuse como Director General de la UNESCO que cuando una obra llega a ser de “dominio público”, momento en el que ya no produce rédito alguno, debería seguir devengando pequeñísimas cantidades para destinarse, recogidas en un fondo apropiado, a la ayuda y fomento de jóvenes creadores o de aquellos que, por la naturaleza de su obra, necesitan una especial consideración. ¿Se imaginan lo que representaría que cada reproducción de Mozart o de Goya o Cervantes… beneficiara a músicos, pintores o escritores de hoy?

No, no sería justo seguir pagando por el continente y no hacerlo por el contenido. La trasparencia por parte de todos es esencial para llegar rápidamente a una solución. Y discernir muy bien entre los intereses de los creadores y de la llamada “industria cultural”, que puede ir mucho más allá de lo adecuado a la actividad intelectual que se trata de respetar.

Conviene poner de manifiesto deficiencias y abusos en el uso de la red informática, sin que prime la tecnología sobre el talento. Los internautas son actores muy importantes hoy pero lo serán todavía más en el futuro: por eso es urgente que desde ahora se aborden con buen tino todos los aspectos del complejo mundo de la comunicación. Ninguna libertad debe coartarse.

Creadores, usuarios, operadores… hablando, alrededor de una mesa. Hablando se entiende la gente. Que todos reciban garantías en las cuestiones que les conciernen, con representaciones y arbitrajes bien establecidos, para que vean sus derechos respetados y haya muchísimos usuarios que fomenten en los demás y en ellos mismos su actividad creadora.

Francia ha puesto en marcha un órgano administrativo, la “Alta Autoridad de Difusión de Obras y Protección de Derechos en Internet” (HADOPI), para regular las “descargas”. Todo parece indicar que sería mejor hallar fórmulas menos “burocráticas”, que permitan la rápida movilización de los oportunos mecanismos de arbitraje y, en su caso, de la justicia.

Para resolver temas realmente relevantes, no valen hostigamientos ni actitudes de fuerza. La ofuscación no es buena consejera. En realidad, esta forma de reaccionar no sirve en caso alguno.

Promovamos todos la creatividad. Es la esperanza común, especialmente en tiempos de tantas brumas y turbulencias.

1 comentario

Aqui hay muchas cuestiones de fondo. Permítaseme señalar algunas, siempre con muchísimo respeto por los derechos de autor:

1) se hacen muchos paralelos (empezando por la propia acusación de "piratería") entre la copia de un archivo y el robo de un bien. La mayor parte son imprecisos y tendenciosos. Nadie responsable niega que un objeto replicable está cubierto por derechos, pero lo que hay que tener claro es que los derechos sobre el mismo son sustancialmente diferentes a los derechos sobre un objeto no replicable.

2) la propiedad privada de cualquier bien, incluyendo los derechos intelectuales, está cuidadosamente protegida en nuestro ordenamiento legal. Lo que están cabildeando las sociedades de autores y los negociantes de la cultura es una protección especial - argumentan que si van a los tribunales, tardan demasiado y es muy complicado hacer valer los derechos ya establecidos. Ante lo cual la pregunta sería, ¿por qué estos señores merecen una protección especial, un acceso preferencial? ¿Por qué la merecerían ellos sí y no un trabajador al que su empresa deba sueldos, un proveedor al que se le haya quedado una factura colgada, un arrendador al que su inquilino no le pague? ¿No es igual la ley para todos? ¿Por qué tendríamos que proteger la propiedad intelectual más que otros tipos de propiedad privada?

3) la creación de un órgano administrativo que permita "puentear" la justicia ordinaria no sólo equivale a la concesión de un privilegio injustificado, sino que socava nuestro sistema de garantías. Ya, como punto de partida, nuestro sistema democrático sufre de una división desequilibrada de poderes, con hipertrofia del ejecutivo. Progresar en esa dirección significa agravar más aún el desequilibrio. Y por analogía, debilita las garantías judiciales en un campo particularmente sensible como es el de la libertad de pensamiento, de opinión, que se basa en intercambios (por mucho que ahora, en el calor de la discusión, nos parezca que "por supuesto" nuestros intercambios sean de una naturaleza muy diferente a las descargas de archivos, pensándolo con frialdad se ven muchas posibles analogías, y sobre todo muchas posibles aplicaciones torticeras de un instrumento administrativo para callar a un opositor). Por el bien de todos, no recorramos ese camino.

4) Hay dudas fundadas sobre si el actual sistema de cobro de derechos no esté generando cobros indebidamente superpuestos. En efecto: el producto cultural desarrollado con subvenciones ya ha sido, en cierto modo, pagado parcialmente por el público, es decir por cualquier contribuyente. El producto cultural que se emite por una televisión pública deficitaria está de nuevo recibiendo un pago, a través de la cobertura del déficit por parte del contribuyente. El producto cultural que se emite entreverado por publicidades insufribles está consumiendo tiempo de sus espectadores, como señalara Muguerza en Telépolis hace muchos años - y esas millones de horas tienen un seguro contravalor económico. Finalmente, existe el canon, que estamos pagando todos, incluso quien usa un CD exclusivamente para archivos no abusivos. ¿Estamos considerando todos estos pagos?

Mi exhortación sería: serenemos el debate. Evitemos puertas traseras jurídica y prisas de última hora. No toquemos el sistema de garantías, por la cuenta que nos trae a todos. Entremos en la sustancia de la discusión, y como Vd. propone, diseñemos un sistema justo y moderno, que evite tanto las duplicaciones abusivas del uso como las del cobro, y que pueda mantenerse independientemente de la arrolladora evolución tecnológica. Creo que las propuestas actuales del Gobierno no cumplen ninguna de estas condiciones. Y lo más importante de todo, para los autores, para las discográficas y para todo hijo de vecino: invirtamos en una justicia eficaz y veloz, igual para todos, que es el cimiento principal de un Estado de Derecho.

Muy cordialmente, con atentos saludos a todos,

5 de enero de 2011, 22:23