Fútbol, música... ¿y paz?

lunes, 9 de agosto de 2010

Al inicio de los partidos finales del Campeonato del Mundo he visto con agrado -aunque la prensa y los medios audiovisuales lo hayan resaltado poco- a los dos equipos alrededor de una pancarta con la inscripción "Di no al racismo" o leer a un capitán, en nombre de ambos contendientes, el famoso verso de John Lennon: "Da una oportunidad a la paz".

Desde hace años -desde la década de los 70 para mayor precisión- he estado soñando y procurando en toda la medida de lo posible, un sistema genuinamente democrático a escala local, comunitaria, estatal, regional y mundial, convencido de que sería la única manera de terminar el terrible problema de conciencia que representa observar impasibles, como si se tratara de "efectos colaterales" ineluctables, la injusticia, la pobreza, la confrontación, el desamparo, el sufrimiento, la muerte. La vergüenza colectiva -que no debería dejarnos conciliar el sueño- de miles de personas muriendo todos los días de hambre y olvido. De miles de millones sin acceso al agua y servicios higiénicos y sanitarios, sometidos, explotados, humillados.

No es posible vivir "felices" si somos conscientes de que estamos mirando cobardemente a otro lado. Cuando sabemos que estamos explotando riquezas minerales para nuestro "progreso tecnológico" o esquilmando caladeros mientras los nativos sobreviven a duras penas en circunstancias de miseria extrema. Cuando deslocalizamos la producción hacia el Este -y en particular hacia China- sin reparar, porque la codicia no repara en estas cosas, en las condiciones laborales y en la igual dignidad humana en estos países.

Las Naciones Unidas de la cooperación internacional y el desarrollo sostenible, podrían, debidamente reforzadas y dotadas de los recursos personales, financieros y técnicos, asegurar el respeto al Derecho Internacional; la regulación de los tráficos de toda índole, comenzando por la supresión inmediata de los paraísos fiscales; la asistencia rápida y coordinada en casos de catástrofes naturales; la interposición de cascos azules cuando, escudados en la intocable soberanía nacional, algunos países violan masivamente los derechos humanos (Cambodia, Ruanda…) o carecen, como en el caso de Somalia, de "interlocutores" a escala de gobierno...

Pero las Naciones Unidas han sido progresivamente marginadas por los “globalizadores” y sustituidas por los grupos plutocráticos del G.7, G.8 o G.20.

Tienen lugar gran número de declaraciones, manifiestos, resoluciones, conferencias, marchas, concentraciones... en favor de la paz, de la no exclusión, de la justicia social, sin el menor reflejo en los medios de comunicación. Textos con las firmas de las personas más prestigiosas de la Tierra... nada. Páginas y páginas sobre fútbol, sobre el estado y evolución del músculo del famoso delantero... En la radio, horas y horas. En la televisión, el poder mediático alcanza su cénit, con amplios espacios dedicados a enardecidos admiradores (de fútbol y carreras de automóvil especialmente) que aplauden incondicionalmente a los endiosados protagonistas del fervor popular.

Desacreditadas las ideologías y las religiones, porque la política cedió ante el mercado y los valores ante las iglesias, la gente se deja llevar por los nuevos agentes de movilización social, todopoderosos, que, además, les ofrecen interesantes competiciones y alardes deportivos.

Nada se les discute. Ni las fabulosas retribuciones a sus mejores jugadores, ni las inversiones decididas por las autoridades de los equipos. Nadie lleva la cuenta de los "retornos" televisivos. Acostumbrado a valorar cada euro dedicado a la paz y a los derechos humanos, dada la "pertinaz sequía" de fondos disponibles; acostumbrado también a agradecer las escasas líneas y referencias audiovisuales que se dedican a la promoción de iniciativas de prevención y resolución de conflictos -en casa, en el aula, en el lugar de trabajo, en la ciudad... en el mundo- a través de la palabra y no de la fuerza, las pancartas y lecturas citadas al principio de este artículo me han llenado de esperanza.

"Ahí está la solución", he pensado. Lo que hay que hacer es unirse en lugar de intentar competir. La historia de David frente a Goliat se repite muy de tarde en tarde. En lugar de crear y fortalecer el poder ciudadano y conseguir la atención y adhesión de miles de personas, es mejor y mucho más eficaz asociarse con los que ya disponen de la capacidad de superar, como los más famosos deportistas y cantantes, los muros mediáticos impuestos por el "gran dominio".

No cabe duda de que no sólo ellos, los más famosos deportistas y cantantes, sino también la inmensa mayoría de quienes les siguen, están a favor de un nuevo orden internacional más justo, donde la fuerza, la violencia y la imposición se sustituyan por la discusión serena, el acuerdo concertado. Donde sean "los pueblos", como establece la Carta de las Naciones Unidas, y no un grupo de naciones ricas, las que dirijan el destino de la humanidad en su conjunto.

Sí: estoy seguro de que todos piensan -aunque lo olviden con tanta frecuencia- que es intolerable que sólo el 18% de la humanidad viva en condiciones materiales propias del "bienestar", al mismo tiempo que miles de millones se hacinan en caldos de cultivo que pueden conducir a flujos emigratorios de desesperados o a sucumbir a la tentación del uso de la violencia.

Sí: estoy seguro de que la inmensa mayoría de la gente rechaza que tantos seres humanos –todos ellos “iguales en dignidad”- vivan en condiciones inadmisibles, hasta el punto de morir de hambre. Que no puedan destinarse -cuando centenares de miles de millones de dólares se han utilizado para el “rescate” de las instituciones financieras responsables, en buena medida, de las graves crisis que atravesamos- unas decenas de miles de millones para luchar contra el SIDA y otras enfermedades que afectan y diezman a los países más pobres de la Tierra.

Propongo, pues, caminos de paz conjuntamente recorridos a quienes ocupan hoy posiciones clave para hacer posible el gran cambio desde una secular cultura de guerra a una cultura de convivencia pacífica y de fraternidad, como establece el artículo 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sus referencias a la paz, a la democracia, a los derechos humanos, a la no exclusión… tendrán un eco extraordinario... y serán muchos los ciudadanos "incondicionales" de un club que se adherirán a estas grandes causas y pasarán, con el mismo entusiasmo, a ser ciudadanos del mundo; serán también numerosas las instituciones financieras que se acordarán de destinar algunos fondos a estos “desafíos esenciales”... que encararán progresivamente muchísimos ciudadanos.

A todos ellos, especialmente a los que inicien desde su posición extremadamente visible este gran proceso de transformación, pronunciándose en favor de la paz y la justicia, las organizaciones humanitarias y, sobre todo, tantos "invisibles" les quedarán reconocidos para siempre.

7 comentarios

Anónimo dijo...

La Paz es posible.

Para que este mundo sea el Paraíso sólo falta la mente pura de los que lo habitan. Mantengamos una mente en paz en nuestro pequeño entorno y ésta se extenderá imparable.

11 de agosto de 2010, 12:15
Anónimo dijo...

La unión como Usted acertadamente dice es una de las claves.

Lo pensé cuando ocurrió la tragedia de Haití y lo he vuelto a pensar a raíz de las últimas lluvias monzònicas en la India.

Muchos de nosotros hemos contribuido para aportar en mayor o menor medida alguna ayuda, movidos también en parte por esa vergüenza a la que Usted también se refiere. A muchos de nosotros por tanto ha asomado alguna conciencia de que algo debe cambiar.

Sin embargo, después de leer cuantos millones de dólares y euros se han aportado como ayuda para los damnificados por el terremoto de Haití, me pregunto por qué tanto dinero no se ve a medio plazo con algún resultado estructural. Así pues la única conclusión a la que he podido llegar es que falta unión, aunque hay voluntad (no quiero pensar que la mayoria de nosotros solo quiera lavar las conciencias). Son cientos de organizaciones poco organizadas, con el mismo fin solidario, pero etiquetas diferentes. Como si de un pequeño Babel se tratara.

El camino de la paz se ha empezado a recorrer desde hace siglos. Solo necesitamos darnos cuenta que debemos recorrerlo juntos.
(Olaya Moreno)

12 de agosto de 2010, 23:20

Creo que la ayuda internacional está siendo un imperativo más y más urgente. La desigualdad en sus múltiples facetas (de distribución sobre todo, pero también de reconocimiento) es una amenaza creciente para la supervivencia.

Pero al mismo tiempo son manifiestas las insuficiencias de la ayuda, tal y como está concebida y ejecutada hoy en día.

Mi punto de vista es que la ayuda tendría que seguir una serie de líneas directrices, que para mí son multiplicación, intensificación y selección:

1) MULTIPLICACIÓN cuantitativa. Tenemos que ayudar mucho más. Propondría, a ojo de buen cubero, que tenemos que aumentarla en un orden de magnitud (o sea, multiplicarla por aproximadamente diez), y en breve tiempo.

2) INTENSIFICACIÓN cualitativa. "Menos" materia y "más" servicios. Más enseñar a pescar y menos regalar pescado. "Más" en primera persona (tipo Peace Corps, promoviendo que los adultos del mundo próspero vayamos a dar parte de nuestro tiempo al mundo pauperizado, enseñando lo que sabemos hacer), "menos" a través de profesionales (y mucho menos a través de consultores de rimbombantes títulos y facturas mucho más rimbombantes todavía). "Más" hacia las verdaderas infraestructuras (justicia, protección ambiental, seguridad interna, educación, sanidad, servicios sociales ...), "menos" hacia las superestructuras (todo lo tecnológico, incluyendo lo que la nuevalengua imperante sigue llamando poco verazmente 'infraestructuras').

3) SELECCIÓN. Esa ayuda cualitativa y cuantitativamente aumentada debe ir a las manos justas. Los recipiendarios de la ayuda se deben responsabilizar colectivamente de merecerla. Hay tres criterios que deberían ser necesarios para merecer la ayuda:

(i) abstenerse de graves violaciones de los derechos humanos,

(ii) ni poseer, ni pretender desarrollar armas nucleares,

(iii) mantener los gastos militares convencionales por debajo de todas y cada una de las seis partidas presupuestarias infraestructurales citadas (repitiéndolas: justicia, protección ambiental, seguridad interna, educación, sanidad, servicios sociales).

Seguirá siendo necesario distinguir entre poblaciones y gobiernos, y destinar ayuda humanitaria básica a las poblaciones, mediante mecanismo de distribución directa bajo control internacional, pero es preciso cerrar radicalmente el grifo a cualquier gobierno que no cumpla esas condiciones básicas.

Cordiales saludos,

13 de agosto de 2010, 15:25
Anónimo dijo...

A unos les gusta la música, a otros el fútbol y a otros navegar por la costa de Almuñecar. Nada de esto es malo, señor Mayor, todo lo contrario. No sé que es lo que tiene el fútbol que se desprecia a quienes lo difrutan. Podriamos dudar también de quienes dedican su tiempo a disfrutar de su chalet en primera línea de playa en la costa granadina, cosa que usted hace sin que le cause remordimientos. Saludos

21 de agosto de 2010, 0:19

Esta "Rueda de la Fortuna" (Capitalismo) está perfectamente estructurada para que nunca exista unión entre los pueblos (divide y vencerás). Este "sálvese quien pueda" nos condena a todos por igual; las bombas no distinguirán en el futuro entre pobres y Ronaldos.

En nuestras manos está (todavía, pero cada vez menos) el darnos cuenta de esto y empezar a actuar en consecuencia. Palabra extraña ésta de la "consecuencia", mientras sigamos anteponiendo nuestros recibos de luz, vacaciones o cines (en definitiva, nuestro modus vivendi) a cualquier esfuerzo y sacrificio por cambios reales que nos beneficien a todos.

La solución??; tal vez el voto responsable. El voto que castigue el tráfico de armas, los fichajes multimillonarios, el desarrollo de mercados mafiosos, la corrupción a todos los niveles, las desigualdades sociales en beneficio de unos pocos, el esclavismo, las injusticias,... en definitiva: el voto incómodo, el que no sale en los medios, el que hay que buscar desde ese sacrificio y esfuerzo de investigar, descubrir y denunciar.

Un abrazo muy fuerte Sr. Federico. El comentario que me precede una vez más lo firma algún anónimo rabioso que no sabe que la unión también se ejecuta desde las distancias, desde los montes o las playas, los desiertos o las ciudades, y para todos los pueblos. Usted se merece por toda su trayectoria humanitaria escoger el sitio desde donde nunca dejar de contagiar ilusión y energía. A su edad y por siempre que pueda,.. qué menos si no!!!!.

Jorge Medina Azcarate
One Brother World

22 de agosto de 2010, 1:12

¡Nada de despreciar a los que disfrutan del balompié, estimado Anónimo! ¡Faltaría más!

Simplemente, los hechos incontestables indican que es oportuno pedirles que ejerzan un poco de sentido crítico:

- ante la desatada corrupción en el fútbol, tanto en ámbito nacional (véase el reciente ascenso del Hércules) como en las oscuras organizaciones internacionales que lo controlan,

- ante las connivencias repugnantes que suscita en lo político, de Gil y Gil a Berlusconi, asociándose frecuentemente a operaciones inmobiliarias bucaneras, por decir poco,

- ante las sumas multimillonarias que se derrochan (sí, digo derrochan - la mayor parte de los clubes de Primera División están en déficit irresoluble, a pesar de los igualmente multimillonarios ingresos de TV),

- ante la violencia en los estadios,

- ante la desorbitada monopolización del espacio televisivo, de domingo a domingo,

- ante la explotación mercantil y publicitaria de todo lo que pasa por sus alrededores,

- ante la marginalización a la que empuja, de hecho, a muchos otros deportes,

- ante las alteraciones que produce en el centro de las ciudades,

...

Seguro que Vds. que lo disfrutan nos pueden ayudar a todos a resolver esas pequeñeces insignificantes, para disfrutarlo todos juntos mucho más, para que sea de veras un espectáculo limpio, un factor de unión que genere concordia y que estimule a muchas personas a practicar deporte.

Que lo siga disfrutando - y sobre todo, para hacer honor a su noble afición, que juegue mucho muchísimo al fútbol, con sus amigos y con sus chavales/as. ¡De veras que es sanísimo!

Cordialmente,

24 de agosto de 2010, 15:30
Anónimo dijo...

Conciliemos: por que no imginar que durante un año entero se donan la mitad de los ingresos de la liga de futbol o la mitad de los sueldos de los jugadores de primera division como primera medida a tomar como ejemplo por otras entindades y grupos.

El espectador estaria mas contento y mas orgulloso si cabe , al ver como el mejor deporte es mas que nunca eso: deporte.

O quizas ya no seria lo mismo...?

24 de agosto de 2010, 22:39